El diario de nuestro viaje a Kenia

Mi primo es una persona genial y, como es lógico, el diario que ha escrito de nuestro viaje a Kenia, y que aquí te comparto, también es genial.

No es la primera vez que viajamos juntos. El verano en Islandia también fue una maravilla. Tanto él como su preciosa familia son los compañeros perfectos de viaje y ha redactado un diario tan perfecto y entretenido que creo que es mejor que te lo plasme aquí a que haga yo un resumen. Aquí nuestro viaje a Kenia…

Domingo 7 de agosto de 2022.- El vuelo

Lo que en principio iba ser un vuelo directo desde El Cairo a Nairobi, al final se convirtió en un extraño viaje a las Islas Comoros- a 2 horas de vuelo al sur de Nairobi-, por lo que nuestro vuelo corto de una escala, se convirtió en un pestiño de 2 escalas con 4 horas más de “culo-pegado-al-asiento de polipiel”.

No hay mejor consuelo que pensar que en todo viaje- y más aún si éste es por el continente africano- el tiempo no tiene el valor que le damos en Europa, donde estamos presos de las manecillas de un reloj. Así que, dada la inevitabilidad de la dichosa escala, me puse en modo “relax” a observar a los otros viajeros que conformaba una especie de Torre de Babel de razas y culturas que me recordaban a esas colecciones de cromos de “Razas del mundo” que solo los mayores de 49 años reconocemos. No es que quiera agradecer a Egyptair su infumable jugarreta, pero he de mirar el lado positivo de compartir vuelo con un pasaje tan interesante y variopinto. Probablemente nunca volveré a las Islas Comoros.

Lunes 8 de agosto de 2022.- Aterrizaje en Nairobi

Dicen que lo que mal empieza, mal acaba. Pero he de decir que en este viaje esa “máxima“ no se cumplió en absoluto. Después de la escala en “ninguna parte” y, sin apenas dormir, aterrizamos en Nairobi.

Con la incómoda noticia de la pérdida de una maleta por parte de mi prima y con la cara de “lelo” que se te queda (a la familia de mi prima principalmente) y asumiendo el lema swahili del “Hakuna Matata”, partimos en modo “zombi” al Parque Nacional de Nairobi.

“Es un aperitivo de lo que veréis más adelante”, nos dijo Colleta, la guía.

El paisaje no era muy evocador, que digamos. Me recordaba a esos secarrales que rodean el sur de la ciudad de Madrid, si bien lo más característico del lugar era la cantidad de animales salvajes que deambulan por allí con el fondo del Skyline de Nairobi o la imponente obra del Tren de alta velocidad keniata como testigos mudos. Avestruces, jirafas, leones, búfalos, antílopes e, incluso, hipopótamos constituyen parte de la fauna del Parque Natural más antiguo y más pequeño de Kenia.

Con la “torrija” y el sopor de haber “maldormido” en el avión de Egyptair, afrontamos entre atontados y estupefactos el espectáculo que nuestros cansados ojos eran capaces de procesar.

A mediodía, paramos en un descampado a tomar un picnic que contaba con un rupestre merendero. Mi primera impresión al verlo me trasladó a los merenderos que había en la Casa de Campo en la década de los 70 y a ese recuerdo borroso de mis paseos con mis padres y mi hermana por el “pulmón de Madrid” con mi balón de plástico, duro como una piedra en invierno y blando y un poco oblongo en verano. Estructuras de hierro herrumbrosas, maderas carcomidas y un poco más de plástico y basura de lo que sería deseable configuraban ese extraño paisaje. Lo que no estaba en el guión es lo que voy a narrar ahora: uno de nuestros conductores sacó de la guantera del coche un potente tirachinas…sí….de esos que utilizan una goma elástica parecida a la que emplean las enfermeras cuando te hacen un análisis de sangre y que cuentan con una estructura de madera en forma de “Y” y una pieza de cuero para agarrar cualquier artefacto. Y así, nuestro hábil conductor mantuvo a raya a los acechantes babuinos, los cuales aprovecharían cualquier descuido para robarnos el picnic.

Estos animales son muy listos…casi humanos diría yo. Están acostumbrados a que el turista local les dé de comer. Saben robar rodeando a su víctima y aprovechan el más mínimo descuido para birlarte lo que sea. También se pelean con frecuencia y en ocasiones viene el “jefe” de la tribu a poner un poco de orden y a impartir su particular sentido de justicia en el reparto del botín.

Tras la visita, logramos llegar a nuestro hotel situado a las afueras de Nairobi en una zona de mansiones y casas poco accesibles para el ciudadano local. El Wildebeest Eco Camp es un coqueto lodge con sus tiendas de campaña bien equipadas, que cuenta con un diseño “paisajístico” de primer nivel. Muy frondoso y lleno de animales, pasamos allí nuestra primera noche. Dormimos genial, tal vez un poco ateridos por el frío, y sólo nos despertamos al amanecer cuando unos monos decidieron pelearse, recorriendo a saltos y a mamporros el exterior de nuestras tiendas entre chillidos y golpes. Un perro decidió sumarse a la algarada- aún no sabemos el porqué de ésta- y así amanecimos al día siguiente.

Ese día constaté que es verdad, el hombre viene del mono y que no hay tanta diferencia entre ambos como pensaba.

Martes, 9 de Agosto de 2022.- Lago Nakuru

Tras un descanso que nos supo a gloria y un desayuno a la altura de las circunstancias- no recuerdo bien que comí, pero sí que me puse las botas- afrontamos nuestro segundo día con destino al Lago Nakuru.

La maleta seguía sin aparecer, pero la perspectiva de contar con un seguro de viaje y, sobre todo el buen ánimo y espíritu deportivo de mis primos, hizo que este contratiempo no supusiera ninguna interferencia en la jornada que teníamos por delante.

De Nairobi a Nakuru hay dos horas de viaje, que lejos de ser aburridas, se hacen entretenidas a los ojos del europeo, poco habituado a los contrastes del continente africano.

Asistimos a adelantamientos temerarios; visualizamos motos con tres tripulantes y bultos en equilibrio imposible, pudimos regatear la compra de algunos recuerdos en el Mirador del imponente Valle del Rift, asistimos desde el coche al espectáculo de las filas de votantes que acudían fieles a su cita electoral. Por que sí… dio la casualidad que Kenia celebraba elecciones generales y ese día nos advirtieron que, tal y como había pasado en la consulta anterior, los partidarios del candidato que pierde suelen salir a la calle y manifestarse acusando al ganador de “pucherazo”. Aquí el recuento dura varios días y menos mal que para cuando éste finalice, es probable que estemos en Masai Mara y no en Nairobi donde es probable se produzca alguna bronca.

Durante las dos horas de viaje pudimos ver parte del rostro verdadero de África: pequeños establecimientos construidos sobre míseros cimientos, chabolas cubiertas por uralitas y chapas oxidadas, gente deambulando por la autopista sin ningún rumbo concreto a la espera de ver “que depara el día”, vendedores ambulantes de fruta o de cualquier otra cosa, algunos de ellos esperando fortuna en algún semáforo. 

A decir verdad, parte de la miseria que uno ve es disimulada por la alegre dignidad africana, y así pude constatar que las bombonas de gas se pintan de llamativos colores y que cualquier negocio que se precie rotula su nombre en vivos rojos, amarillos, azules y verdes que contrastan con la sobriedad del material de las casas, bien sea adobe o simples bloques de cemento gris. Todo ello confiere al comercio de una aparente vitalidad.

Tras este entretenido viaje llegamos al Nakuru Pundamilias Camp en el que mis primos y mi familia compartimos una gigantesca casa rodeada de un frondoso jardín con sus correspondientes mosquitos.

A primera hora de la tarde, visitamos el Parque Nacional de Nakuru donde divisamos alguna fauna más novedosa, entre ellas algunas aves como el águila pescadora o como el atribulado y decadente marabú, ave de considerable tamaño y de aspecto desaliñado como recién salido de un “after”, cuya presencia contrastaba con la elegancia más “funky” del flamenco rosa.

Rinocerontes, antílopes, búfalos, jirafas, cormoranes y gallinas de Guinea completaron el repertorio de animales de ese día, pero si hay algo que me pareció espectacular- además de todo lo que he descrito- es la luz del atardecer en esas latitudes… a partir de una hora concreta y por un tiempo prolongado- ¿será la cercanía al ecuador?- un reflejo dorado embadurna todo el paisaje, lo que hace de éste un momento único para los sentidos…y con una cámara fotográfica, un poco más.

Esta es la hora en la que la mayoría de los animales alcanzan un mayor nivel de actividad y eso se percibe por los ruidos que se escuchan desde el interior del bosque de las acacias.

Todo ello hace de este momento algo mágico que difícilmente podré olvidar.

Finalmente, concluimos la Jornada cenando una suculenta cena en el hotel. Mañana, nos espera un día largo, variado y emocionante. 

Miércoles, 10 de Agosto de 2022.- Hells Gate y lago Naivasha

Hoy el día se presentaba muy variado. Por la mañana visitamos el Parque Hells-Gate, de gran valor geológico y paisajístico. Para amenizar y hacer más llevadero el paseo, alquilamos unas bicicletas que nos permitieron recorrer los 14 kilómetros de distancia necesarios para visitar el Parque. Éste cuenta con unos acantilados de origen volcánico que flanquean un cañón. Además del indudable valor paisajístico, el cañón- que discurre serpenteante- muestra un eco muy curioso en un punto muy concreto como pudimos comprobar.

Tras recorrer el cañón, llegamos a las gargantas no sin antes dar un paseo a pie donde pudimos apreciar unas estupendas vistas desde arriba. Desde esas gargantas, el agua sale caliente, no mucho pero sí lo suficientemente templada como para darnos cuenta del carácter volcánico de esas tierras.

Regresamos de nuestro paseo para comer en el hotel y desde ahí comenzamos nuestra ruta con destino al lago Naivasha. En un extremo del lago se visita una zona boscosa donde se rodó alguna película en la que se introdujeron ciertas especies que hoy campan a sus anchas: ñúes, jirafas e impalas, así como las ya no tan exóticas cebras por abundantes que son, viven en armonía. 

Allí tuvimos varios emocionantes encuentros -a tan solo 1 o 2 metros de distancia- con las jirafas, las cuales proseguían con su rutina a la hora de alimentarse, si bien, al descubrir nuestra indigna presencia, nos miraban con la indiferencia y altivez de quien se sabe más alto que tú. 

A la tarde volvimos en nuestra lancha al punto de partida, donde los siniestros Marabús nos esperaban a la entrada apostados en uno de esos árboles secos tan poco glamourosos. Dios los cría y ellos se juntan. 

Jueves, 11 de Agosto de 2022.- Camino al Poblado Masai y llegada a éste

Desde el Lago Navaisha al poblado Masai hay un buen trecho. No puedo precisar cuántos kilómetros hay, pero sí recuerdo un trayecto de unas 4 horas más o menos que se hicieron amenas por las varias paradas que hicimos, algunas de las cuales tuvieron como destino las clásicas tiendas de regalos tradicionales “mataturistas”.

La parada más interesante es la que hicimos en un centro comercial de la poco turística ciudad de Narok para que mis primos pudieran comprar algo de ropa para paliar la falta de equipaje. 

En este centro comercial- concretamente en un bien surtido supermercado de corte occidental- descubrí que Kenia para el keniata es infinitamente más caro que España para el español medio. La mayoría de artículos de ese supermercado serían un lujo incluso para nosotros mismos. 

Kenia importa la mayoría de productos que consume y eso motiva que cualquier artículo, por ejemplo de higiene, tenga un precio desorbitado. Un desodorante normal cuesta tres veces lo que cuesta en España. Teniendo en cuenta que el sueldo medio del keniata medio asciende a 400 euros, resulta imposible adquirir este tipo de productos. Los electrodomésticos tienen precios europeos, lo que explica que el keniata medio tenga en casa una pequeña muestra de electrodomésticos de segunda mano (en general casi todo lo que funciona pero se queda obsoleto en Europa acaba en África) donde estos artículos tienen un segundo dueño y una segunda vida. Algo parecido sucede con la ropa, de peor calidad y mucho más cara que en España. Eso explica porqué los contenedores de ropa usada donde vertemos ropa en España acabe en los mercadillos de África. No hay nada como salir de los circuitos turísticos para darte cuenta de cómo es la vida de las personas en los países que visitas. La accidental parada en Narok fue una de esas ocasiones en las que pudimos comprobar lo afortunados que somos.

De Narok al poblado Masai no hay mucha distancia. Una vez llegamos, dejamos nuestras pertenencias en las modestísimas casas de adobe que nos habían asignado. Las casas cuentan con una entrada donde se cocina. El calor del humilde fogón permite calentar el resto de estancias de la casa. Al fondo a la derecha había un dormitorio y a la izquierda, dos más. Las piezas, minúsculas, estaban atiborradas de las escasas pertenencias de esta gente, y eso que nos hicieron sitio para que estuviéramos cómodos. He de decir que también se esmeraron en cuestiones tales como la limpieza. Las sábanas y colchas de las modestas camas estaban recién limpias y yo diría que incluso algo húmedas. 

Los niños nos miraban con bastante curiosidad y, sobre todo, a nuestros equipajes y a las cosas que podríamos llevar dentro. Probablemente todas sus pertenencias no ocupen ni la quinta parte de lo que le cabe a un occidental en la maleta y para evitar sorpresas desagradables nos dieron un candado para poder cerrar la estancia.

El poblado se conformaba de unas casas de planta ovalada, hechas con adobe y cañizo dispuestas de manera circular. En el centro de éste, unos palos y maderas marcaban el contorno del establo. Esa disposición permite que el poblado con su correspondiente ganado esté mejor protegido en caso de ataques de leones o de otros animales.

Después de dejar nuestras maletas y de repartirnos entre las chozas – en pareja como la Guardia Civil y con la recomendación de no dejar a las adolescentes “chicas” solas- fuimos a almorzar. El comedor era una sencilla y minúscula estancia rectangular situado a la entrada de una choza de adobe. Allí, bajo la atenta mirada de una araña de proporciones no habituales que estaba sobre la cabeza de mi primo Yago, comimos verduras hervidas y condimentadas- algo parecido a la acelga-, trozos de cordero guisados y arroz. Compartimos “mantel” con los jefes del poblado que nos contaron algunos aspectos interesantes de su forma de vida.

Después, asistimos al ceremonial del sacrificio de una de las muchas cabritas que campaban libremente por el poblado. Mis primos Diego y Yago- en un alarde de estómago, arrojo y despreciando las normas sanitarias de la UE- probaron la sangre fresca de la cabra recién sacrificada, así como otras delicatessen de casquería entre ellas el hígado o el intestino de la cabritilla. Mi hija Ana también se atrevió a probar bocado. He de decir que el espectáculo sangriento y el fuerte olor a cabra degollada hicieron que esta experiencia no fuera la mejor de todas para mí. Afortunadamente contaba con mi equipo fotográfico y eso me permitió tener una especie de escudo. Con la excusa de la fotografía y de retratar todos esos momentos, me liberé de probar aquello.

Una vez probadas todas esas delicatessen, los Masai prosiguieron con el asado del cabrito. Una de las cosas que preparan en paralelo es una sopa con los intestinos del animal recién muerto, uno de cuyos ingredientes se compone de las ramas de un arbusto al que atribuyen propiedades depurativas y afrodisiacas. Con razón nos dijo la guía que no dejáramos solas a las adolescentes en ninguna de las cabañas por la noche.

Por la tarde, tuvimos la ocasión de mezclarnos con la multitud de niños del poblado y de improvisar con ellos partidos de fútbol y otra serie de juegos. Allí pudimos comprobar que la alegría de un niño es independiente de las cosas materiales. Para ellos, el hecho de que les prestes atención y de que les des la posibilidad de que puedan “inspeccionar” nuestros exóticos rasgos físicos- pelo liso, barba o color rubio del cabello- es un motivo de alborozo.

A la caída de la noche compartimos hoguera con los Masai, niños incluidos, algunos de los cuales los teníamos virtualmente adheridos y se habían convertido ese día en compañeros inseparables. Si algo tienen estas comunidades es sentido de disciplina. La alegre chiquillería que pululaba sin orden ni concierto por el poblado, tarda tres segundos en formar filas al grito de “a casa”, de tal manera que en 5 segundos no quedaba ni rastro de ellos. Igualito que los niños de Occidente donde todo es susceptible de negociarse de igual a igual y donde el respeto a la figura del mayor se ha perdido.

Para cenar volvimos a repetir prácticamente lo mismo que para comer. Rechazamos la sopa de carácter depurativo porque nuestro sistema intestinal estaba ya al borde del “colapso” y no estábamos para muchos experimentos. Después de cenar y ya con el cielo oscuro – tal vez fueran solamente las 8 de la tarde- y con tantas emociones y choque cultural encima, decidimos irnos a nuestras chozas.

Mi habitación era minúscula y compartida con mi hija Ana. Teníamos de vecinos de habitación a los 4 niños de la casa. Cuando entré en la habitación, los pequeños aparecieron desde la oscuridad y se pelearon por ayudarme a abrir el candado, abrir la puerta e inspeccionar mis pertenencias. En tres segundos apareció la madre y de un grito y dos manotazos dispersó a la pequeña turbamulta.

Finalmente, mi hija y yo logramos dormir en la estrecha cama, no sin la sospecha – más bien certeza- de que “algo” habitaba y se movía allí debajo. No fue la mejor noche. Dormí a ratos, inquieto por los ruidos que provenían del cabecero de la cama y de la parte inferior de ésta, así como de los que venían del exterior de la choza. 

A la mañana siguiente descubrí mi cuerpo intacto de picaduras, no así el de mi hija Julia a quien los chinches habían “devorado” una pierna y parte de la espalda. Curiosamente, mi mujer- Marta- que dormía con ella se levantó “intacta”. Serán los misterios del Ph de la piel o del olor de la sangre. Cosas del destino.

Viernes, 12 de Agosto de 2022.- Mañana en el Poblado Masai y llegada al Masai Mara

Amanecimos, y tras un desayuno más bien “europeo” compuesto por magdalenas, galletas y café con leche adquiridos en Narok 24 horas antes, salimos de paseo con los Masai por el campo que rodeaba el poblado. Allí nos mostraron algunas de sus habilidades y remedios naturistas basados en el conocimiento de las propiedades de las plantas y en el conocimiento del entorno- como esas hojas de arbusto que hacían las veces de desodorante. También nos mostraron cómo hacer fuego utilizando el estiércol seco del elefante; o cómo una ramita de otro arbusto podía reemplazar las propiedades de un cepillo de dientes. Los Masai aprovecharon el paseo para recoger unas cuántas de estas plantas para llevar al poblado.

La organización de éste es sencilla: las mujeres se encargan del cuidado de los niños y de la casa y la cocina, los niños juegan, van a la escuela y pastorean los rebaños, y los hombres defienden el poblado y recolectan plantas para el uso de la comunidad.

Con carácter previo al paseo, nuestros anfitriones nos mostraron nuestro nombre equivalente en lenguaje Masai y nos dedicaron ciertas bendiciones- siempre me quedó la duda de si esta asignación de nombres y bendiciones es real o es una “farsa”turística propiamente dicha. También tuvimos algo de tiempo para compartir con los niños ciertos juegos como el de la “silla” y un último e improvisado partido de fútbol con dos neumáticos como portería imaginaria.

Aún tuvimos algo de tiempo para comprar y regatear algunas baratijas en el mercado de artesanías que tienen preparado para los turistas.

Y así, con la sensación de haber tenido una experiencia cultural más plena y sin arrepentirnos para nada de nuestra visita, partimos rumbo a nuestro siguiente “Camp”llamado “Enkorok”. Allí comimos a la europea -con un toque swahili-, nos duchamos convenientemente y salimos a última hora de la tarde de safari al Parque Nacional Masai-Mara. ¡Qué espectáculo!: allí divisamos a nuestro primer león aunque no sería nada comparado con lo que veríamos al día siguiente. 

Sábado, 13 de Agosto de 2022.- Masai Mara al completo

Masai Mara es una meseta, o llanura salpicada con suaves colinas. Se nota que este año no ha llovido mucho porque el color ocre y amarillo del paisaje abunda y las hierbas están bastante altas.

Aquí, el principal atractivo consiste en buscar la mejor vista del animal más interesante, y a decir verdad, todos lo son: jirafas, pumbas, elefantes, antílopes, topis, y los grandes felinos – leones, guepardos y leopardos- a quienes a mediodía hay que buscar en las sombras de los pequeños humedales y zonas boscosas.

Las aves exóticas también tienen en estas tierras su hábitat: el colorido estornino de alas turquesas se deja ver con frecuencia. Los gansos con sus elegantes alas verdes y el carroñero y siniestro marabú o el buitre tamaño “XL” también se dejan ver por estas llanuras.

Gracias a la pericia y conocimiento de nuestros guías, logramos divisar a todos los grandes felinos y pudimos verlos y fotografiarlos a escasos metros. A mí particularmente me gustó el guepardo el que más con su andar elegante de velocista y su aspecto de gato grande.

Fue un día intenso y muy bonito. Radicalmente distinto al anterior.

Domingo y Lunes 14 y 15 de Agosto de 2022.- Segundo día en Masai Mara y regreso a Nairobi

Madrugar es una sana costumbre, y más cuando vas de Safari. Ese día quedamos a las 6h15 y lo dedicamos en pleno al “rey” de los Parques Naturales de Kenia. Al final, todo esfuerzo tiene su recompensa, y así fue cuando un león decidió recostarse a un lateral de nuestro coche, aprovechando la sombra que éste proyectaba cerca del mediodía.

Y es que a partir del mediodía, el sol cae a plomo en estas latitudes y aplatana a los felinos más grandes.

Nos acercamos al río Mara- frontera natural entre Kenia y Tanzania- con la esperanza de ver el espectáculo de los ñúes cruzando el río. Y eso que estuvimos esperando….pero nada…En cambio sí vimos hipopótamos y cocodrilos.

A nivel paisaje, las llanuras del Masai Mara conmueven, sobre todo al amanecer y al atardecer. Los colores ocres son los predominantes, al menos en la época del año en la que estuvimos, y en un año éste en el que los Masais ya nos advirtieron preocupados acerca de los efectos de la sequía en sus ganados por la falta de pasto. El paisaje se ve salpicado por puntuales acacias que con su generosa sombra nos protegieron en los dos picnic que tuvimos.

Los días que estuvimos allí fueron muy intensos e incluso se pierde la noción del tiempo. La emoción de ver los animales salvajes en tanta abundancia y en plena libertad, superaron con creces mis expectativas iniciales. La luz, el cielo, la brisa limpia y el olor característico de la tierra mojada como antesala de una tormenta hacen de éste un lugar muy especial que excedió con creces mis expectativas iniciales.

Si algún encuentro con animales puedo destacar, fue el “pase de modelo” que nos regaló un guepardo justo después de finalizar un picnic y a escasos 100 metros de dónde habíamos estado almorzando. De andar pausado y elegante, este felino oteaba el horizonte en busca de una presa que se hacía de rogar. Para el avistamiento de su potencial víctima, utilizaba varios de los muchos termiteros que salpicaban el paisaje. Su andar indiferente y el escaso interés que nuestra humana presencia despertaba en él, hizo que pronto se alejara no sin antes dejarnos unas formidables fotos para el recuerdo.

Los felinos ocupan un papel destacado en Masai Mara y constituyen a mí juicio la especie más interesante de la zona. Vimos leones y leonas. Sólos y en pareja, leoncitos pequeños, e incluso un león macho recostándose al costado del vehículo y a un palmo de nuestra ventanilla…y claro eso no pasa todos los días. 

Y así terminó nuestra “aventura” por esta parte del mundo, con la expectativa de volver por esas latitudes en no mucho tiempo, porque estos viajes han de hacerse en buen estado de salud, con la mente abierta a cualquier contratiempo y con el bolsillo algo suelto. Es el primer viaje tan largo que hacemos y Marta- mi mujer- tenía cierta inquietud por la lejanía, el choque cultural y los vuelos tan largos; pero ya me reconoce que después de esta formidable experiencia se encuentra preparada para ir a cualquier otro destino lejano. Mis hijas disfrutaron mucho y deduzco que como siempre, y aunque van creciendo y su mundo se ensancha, les encanta viajar con sus padres y más a estos destinos tan exóticos. De mis primos Eva y Diego y de su familia sólo puedo decir que son unos magníficos compañeros de viaje- tal y como pudimos apreciar en 2018 en Islandia- y que no hay extravío de equipaje ni Masai que les pueda perturbar. Volveremos con ellos sin dudarlo.

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Hasta aquí el relato de él. Si quieres vivir lo que vivimos, te recomendamos encarecidamente que te pongas en manos de Udare, una agencia tanzana con la que hicimos todo el recorrido y a la que le debemos en gran medida, el éxito rotundo de este viaje.