No sé qué os parece este término pero, aunque no os guste mucho, es así como llaman a nuestra generación… Y es que, según dicen, somos una generación a la que mandaron nuestros padres en su día y a la que ahora mandan nuestros hijos.
El término es lo de menos. Lo que importa es reflexionar si verdaderamente lo somos.
Aunque creas que no, lee lo que he reflexionado. Y es que hoy estoy algo filosófica y pienso que la educación de nuestros hijos es muy importante. Y que el cansancio del día a día nos puede ganar la partida.
Son éstas las ideas que circulan a nuestro alrededor: “debemos ser amigos de nuestros hijos”, “que ellos no sufran lo que yo sufrí”, “qué le vamos a hacer”, “no les puedes prohibir todo”, “pobrecitos”, “prefiero dejarles a que me mientan”…
Nos escudamos en pequeños argumentos con los que muchas veces no estamos ni siquiera de acuerdo, pero que nos evitan la pelea para la que estamos cansados. Muchas veces les dejamos hacer más de lo que sería propio a su edad, no les corregimos, les exigimos menos… ¿por qué?. En mi opinión, es porque nos dan pena nuestros hijos. Y porque nos sentimos culpables por nuestro escaso tiempo. Y eso, sí que es objetivamente negativo para ellos.
Los resultados científicos son aplastantes y determinan que “el entorno es definitivo en el crecimiento del niñ@”. Y aquí vamos entonces a la fuente: ¿Y si intentamos cambiar el entorno inmediato?
No se trata, en mi opinión, de prohibir todo, de no dejarles hacer nada…¡Nooo! Se trata de prepararles para salir a ese mundo hostil que no tendrá contemplaciones. Poco a poco podemos empezar a poner límites.
Estamos inmersos en una sociedad absolutamente visual en la que prima la inmediatez. El esfuerzo y el sacrificio se rechazan, se les esconde el dolor y el sufrimiento ajeno, prima el éxito sobre el esfuerzo… Eso no debe ser así. Por eso planteo estas líneas de trabajo:
- Luchemos contra esa inmediatez, fortaleciendo el valor de la espera.
- No les “sobreprotejamos” ya que los errores son una gran escuela.
- Valoremos más el esfuerzo que los éxitos cercanos.
- Fomentemos el servicio a los demás.
- Introduzcamos el respeto y la distancia que debe darse a los superiores y mayores.
- Alabemos sus buenos actos.
- Intentemos evitar comparaciones.
- Ayudemos a que sean ellos los que tomen las decisiones.
- Pongamos límites sensatos a su ocio.
- Hagamos que se comprometan en tareas domésticas.
- Empaticemos con ellos en sus cambios de humor.
- Exijamos que su esfuerzo sea honesto, llegando hasta donde son capaces.
- Introduzcamos en ellos la sana competencia.
- Valoremos sus cualidades.
- Pongamos interés en que sean ellos los que resuelvan sus conflictos, teniendo en cuenta a los más débiles.
- Enseñémosles a cumplir los horarios…
Y ahora la pregunta del millón… ¿Cómo lo hacemos? Empecemos despacio, con pequeños objetivos, mucha mano izquierda y abusando continuamente del sentido del humor. Seamos nosotros los que les sorprendamos.
Podremos conseguir así una generación que piense en los demás, una generación que no tenga miedo a comprometerse, que valore el sacrificio y que potencie el esfuerzo.
Ayudémosles a ser grandes porque, en definitiva, les estaremos ayudando a que sean felices. Y eso es lo que más nos importa.
Myriam de yosilose.com