¡Prueba superada!… casi.

¡Que sí! Sabía que podía hacerlo y lo hice. Y aún sabiéndolo, cuando hace unos días visité a la oncóloga un escalofrío de emoción recorrió mi espalda cuando escuché sus palabras… «Tú ya estás curada, Eva. Ya no tienes cáncer. Todo lo que estamos haciendo ahora son tratamientos que llamamos adyuvantes y eso quiere decir preventivos».

¿Puedes ponerte en mi lugar? ¿Te imaginas lo que sentí al oír esto después de 9 meses de paseo por el mundo oncológico?

Este post es la segunda parte de esta novela que empezó en junio del año pasado y de la que he sido una protagonista involuntaria.

Te hago una breve sinopsis: después de los cinco meses de quimioterapia y un mes de espera llenito de pruebas previas, me operaron. Mastectomía total y vaciamiento de la axila. Y llegó la Navidad y, después de las fiestas, habló el informe del patólogo. Todo lo malo fuera (¡bien!).

Quedaba el paso final, la etapa de la radioterapia que sirvió para acabar de pisotear la zona. Ya había paseado por todas las casillas del tablero del tratamiento contra el cáncer de mama…

Casi fin de la aventura… aunque no me puedo despedir por completo, no. Aún queda trabajo por hacer. Del bueno y del menos bueno.

Me queda tratamiento hormonal, para muuuuucho tiempo (no importa, pastillita y ya). Me quedan revisiones muy seguiditas porque el cáncer estaba vivo cuando salió de mi (no importa, es mejor está vigiladita). Y me queda la reconstrucción que me hace tanta ilusión…

Y de nuevo el tema estético entra a colación. La reconstrucción me hace mucha ilusión, tanta como el pelo que ya tengo y que, aunque sea cortito, es de verdad y amanezco cada mañana con él (te confieso que ando jugando y ya he sido rubia y pelirroja en nada de tiempo 😉 y luzco con orgullo mi mini pelo, aunque me veo fea como un ogro, porque es la bandera que ondeo como señal de mi triunfo.

Dentro de tres meses, como pronto, será la nueva operación de reconstrucción y otro pasito dado.

Y ya para la mochila con todo lo bueno. Los acompañamientos, las llamadas, los mensajes, los cariños, las atenciones…

Quiero a todos los que me han acompañado en todo esto porque han sabido hacerlo. No es sencillo acompañar en estos casos y he tenido mucha suerte. Y es que hay que encontrar un equilibrio entre la lástima, la compasión y el «esto está chupado» que tampoco sienta nada bien. De todo ha habido pero más de lo bueno.

Y he conocido a más chicas en mi caso con las que mantengo el contacto. Y me siento parte de una comunidad. Y me siento afortunada porque veo la luz al final de este túnel.

Me han recomendado que escriba lo que siento y lo que he vivido. Me ha parecido una idea estupenda. Podría hacerlo en una hoja de papel pero tengo esta posibilidad y me encanta compartirlo contigo. Si tienes una aventura como la mía, quizás te sirva de compañía. O si conoces a alguien que la tenga, a lo mejor te hace comprenderla mejor.

Sé que tengo que esperar unos años de contante vigilancia antes de ganar rotundamente la guerra pero me apasionan estas pequeñas victorias ¡Vamos hacia la meta!