Así de claro lo digo. Y todo aquel que me conoce, lo sabe y ha escuchado mi historia. Fue con mi segunda hija.
El primero tardó en llegar pero llegó por su cuenta. Durante el tiempo que estuvimos intentándolo, habíamos empezado a tontear con el tema de la reproducción asistida pero lo aparcamos cuando supimos que estaba embarazada. Y ¡de forma natural!
Con ello parecía que habíamos esquivado la sombra del tratamiento y cuando, pasados un par de años, quisimos tener más hijos ni nos planteamos la necesidad. Ya habíamos tenido el primero y la ansiedad ya no se iba a apoderar de mis óvulos. Pero la historia no fue tan sencilla…
Pasados un par de años sin éxito, y a pesar de que nuestro churumbel crecía sano y feliz, nosotros queríamos un hermano para él y nos pusimos en manos de la ciencia. No fue un tratamiento, ni dos… sino hasta siete hasta que culminó con éxito. Por eso me veo capaz de escribir este post.
Hoy mi hija, fruto de muuuucho amor y una reproducción asistida, es una niña preciosa con 12 años y algo de pavo que nos hace muy felices. Pero su generación fue un largo y agotador proceso, aunque para nosotros valió la pena al 100 por 100.
Si tu camino va por el mismo sendero que el nuestro, te invitamos a que seáis conscientes de que hay que ser fuerte. Los tratamientos son sencillos, algo alteradores porque hay muchísima hormona en el pack, pero muy bien guiados y en España tenemos los mejores especialistas. Pero el corazón está siempre al aire con la esperanza de culminar el proceso con éxito.
¿Que si lo recomiendo? Pues creo que no es, precisamente, un tema en el que se pueda recomendar. Es uno de los asuntos más personales con los que nos hemos encontrado en nuestra vida. Nosotros decidimos que sí. Y entendemos perfectamente a las parejas que deciden que no.