La guerra de los mundos (microscópicos)

En esta época convulsa que nos ha tocado vivir, de virus y vacunas, de pros y contras, de fake news y grandes titulares, se nos hace necesario información cierta y fidedigna que nos permita sacar nuestras propias conclusiones. El Doctor Ricardo Cubedo es especialista en oncología en MD Anderson Cancer Center Madrid, divulgador y fotógrafo, y nos ha preparado este post claro y conciso sobre la situación actual de las vacunas y cómo funcionan. Léelo, es realmente interesante.

En algún momento de finales de 2019, un nuevo miembro de la familia de los coronavirus alcanzó a los seres humanos a partir de animales salvajes. COVID-19 es la segunda epidemia de coronavirus que padece la humanidad, tras la epidemia del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio en 2012, y una más de las muchas pandemias a las que hemos sobrevivido, incluyendo la lepra en el siglo XIV, la peste negra medieval, la gripe española que cavó la escalofriante cifra de 50 millones de sepulturas a principios del siglo pasado y el SIDA, que se ha cobrado ya 35 millones de los nuestros.

Sólo ahora, un año más tarde y después de más de dos millones y medio de bajas, empezamos a contraatacar eficazmente gracias a las vacunas, que han constituido nuestra mejor arma en la guerra incesante contra los microbios. Ellas nos han valido nuestra única victoria definitiva, la erradicación de la viruela, y gracias a ellas resistimos a enemigos como la polio, la rabia, la hepatitis, la fiebre amarilla, las paperas, la rubeola, el sarampión, el tifus o la difteria.

El contraataque contra el coronavirus se empezó a gestar casi de inmediato, discretamente protagonizado por científicos que, en cuestión de semanas, habían identificado el germen culpable y publicado su código genético exacto, poniendo en manos de los diseñadores de vacunas los planos detallados de aquello que debían destruir. En apenas 9 meses, se publicaron los resultados de la primera vacuna y, un mes más tarde, la anciana británica Margaret Keenan recibía la primera dosis fuera de un ensayo clínico.

Cuatro vacunas han sido ya aprobadas en Europa y otras cuántas están en camino. Todas las vacunas comparten un mismo objetivo: hacer llegar a los linfocitos un señuelo que los active como si del mismo virus se tratara. Al señuelo es a lo que llamamos “antígeno” y es la parte del virus con mayor capacidad de excitar al sistema inmunitario. En el caso del coronavirus, el señuelo es la proteína S, que constituye esas espinas que lo rodean. Incitados por el señuelo, nuestros linfocitos B ensamblan y vierten a la sangre los anticuerpos que necesitamos para destruir al coronavirus, dejando una memoria inmunológica a largo plazo.

Las dos primeras vacunas en obtener aprobación son la alemano-americana de Pfizer-BioNTech y la norteamericana de Moderna. CureVac es una tercera vacuna, también alemana, que comparte la misma tecnología, pero que está en fase de evaluación. Estas vacunas son las más innovadoras; Contienen millones de “nanopartículas lipídicas”, pompas de jabón microscópicas que sirven de sistema ultrasofisticado de transporte para ARN mensajero (mARN). El mARN es material genético creado en el laboratorio de forma que nuestras células puedan leerlo y fabricar la proteína S del virus, siguiendo sus instrucciones. Tanto el mRNA como la proteína S se degradan en un par de semanas, pero ya han activado nuestro sistema inmunitario para fabricar los anticuerpos y crear la memoria molecular.

Los puntos fuertes de estas vacunas son la facilidad de producción en masa y la posibilidad de adaptación rápida a futuras variantes introduciendo pequeñas variaciones en la molécula del mRNA.

La tercera y cuarta vacunas en ser aprobadas son la británico-sueca de Oxford/AstraZeneca y la norteamericana de Johnson&Johnson. Ambas son muy semejantes entre sí y también a la rusa Sputnik V, que está siendo evaluada por la Agencia Europea del Medicamento. El principio básico es semejante al de las vacunas anteriores, puesto que lo que se inyecta es material genético para que nuestras propias células produzcan la proteína S necesaria para cebar al sistema inmunitario. Lo que se inyecta son “cáscaras” inertes e inocuas de adenovirus con ADN sintético, idéntico al humano, que se encarga de ordenar a las células que fabriquen la proteína S que despertará al sistema inmune. Los vectores virales son mucho más eficientes que las nanopartículas, hacen falta dosis menores y algunas de estas vacunas pueden consistir en una sola dosis. A cambio, son más difíciles y lentas de fabricar que las vacunas de mRNA y no se pueden modificar con tanta facilidad para adaptarse a las nuevas variedades de coronavirus.

Otras vacunas siguen caminos más convencionales, y no por eso son menos útiles. Sinovac y Sinopharm son dos vacunas chinas aprobadas y empleadas en bastantes países de América del Sur y Oriente Medio, además de la propia China. Covaxin es semejante a ellas, de origen indio. Están compuestas por el propio virus SARS-CoV-2, pero completamente inactivado, una especie “momias” de virus que presentan a las defensas de nuestro cuerpo no solo la proteína S, sino todos los antígenos del coronavirus. Existe mucha experiencia con virus inactivados; son de esta clase algunas vacunas de la gripe, la de la polio, la de la tosferina, la rabia y la hepatitis A.

Aun hay dos clases más de vacunas en desarrollo. La primera es la de la compañía norteamericana Novavax, que está siendo también evaluada de forma acelerada. Está compuesta por nanotubos, unos filamentos microscópicos tapizados por la proteína S, como si fuera un muñeco con aspecto de coronavirus.

Por último, varias compañías están trabajando en una dirección completamente innovadora, la de las “vacunas de mucosas” que no sólo impedirían la enfermedad, sino la transmisión del virus entre personas.

Pero una cosa es desarrollar vacunas eficaces en un tiempo récord y otra aplicar la vacuna a miles de millones de personas en todo el mundo, una tarea hercúlea en la que entran en juego los intereses de la política y de la economía. Fallar en la vacunación cuando tanto éxito hemos tenido en el desarrollo de las vacunas sería una vergüenza y un peligro. A pesar de los millones de copias del virus que andan por el mundo, tan solo han aparecido un puñado de variedades, pero ninguna que haya supuesto una amenaza realmente seria para la inmunidad adquirida. Pero las cosas no tienen porqué seguir sucediendo de ese modo. Con cada retraso en el ritmo de vacunación, con cada rincón del mundo que quede ajeno a la inmunización, aumentamos la probabilidad de que la epidemia de Covid-19 no sea un mal sueño en vías de desaparecer, sino el prólogo de una auténtica pesadilla.

Ricardo Cubedo, 2021 · rcubedo@gmail.com · IG @rcubedo | Especialista en oncología en MD Anderson Cancer Center Madrid, dedicado a #sarcomas y consejo genético del #cáncerfamiliar. Divulgador y fotógrafo.